[FILOSOFIA] MANIFIESTO FILOSÓFICO DEL SITIO “LUCHA CULTURAL PROLETARIA”
El Sitio se presenta como una específica articulación, sobre el terreno filosófico-cultural, de la actividad del colectivo de redacción de Nueva Hegemonía. Se propone como un punto de referencia y lugar de confluencia y colaboración para esos compañeros que consideran actual la lucha por la generación de un movimiento filosófico-cultural proletario revolucionario capaz de contribuir a la conquista y a la transformación de los elementos más conscientes y avanzados del proletariado, de los jóvenes y de las mujeres de las masas populares.
Para tal fin es en primer lugar necesario combatir las formas de “materialismo histórico” que niegan el rol fundamental de la filosofía de la dialéctica-materialista en el campo de la teoría revolucionaria y que por tanto interpretan el “materialismo histórico” a la luz de un reductivismo, inevitablemente relativista, de tipo cientifista, sociologístico y economicista. En este sentido se quiere replantear la centralidad en el campo del marxismo, del leninismo y del maoísmo, de la línea originaria Marx-Hegel y de la recuperación de tal línea en nuestro país por parte de Antonio Labriola y sobre todo de Antonio Gramsci.
En segundo lugar consideramos que debe ser llevado, al menos en prospectiva, un ataque a fondo contra la filosofía hegemónica que individuamos en lo post-moderno entendido en el sentido más amplio como continuación de derecha o de “izquierda” de la línea Nietzsche-Heidegger, y en el neopositivismo y en sus varias formas sucesivas. Considerando sin embargo las finalidades de este sitio, volteadas a contribuir a la batalla por la construcción de un movimiento proletario intelectual al servicio de las masas populares, de la revolución democrático-popular y de la construcción del partido, individuamos la particular necesidad de contrastar, refutar y disgregar la influencia del liberalismo-postmoderno de “izquierda”.
Dadas sus finalidades, el Sitio se mueve por tanto en la tensión entre dialéctica materialista y lucha contra las tendencias del pensamiento hegemónico en la izquierda, en la extrema izquierda y en los movimientos de oposición. No puede entonces no reservar un adecuado espacio a la cuestión de la “filosofía política” entendida como individuación y crítica de los fundamentos filosóficos de posiciones, líneas, tendencias y desviaciones políticas respecto a las cuales es prepotentemente actual la necesidad de la delimitación.
De esto resulta en particular la crítica a esa particular concepción filosófica idealista-subjetiva que se propone, en sentido crítico o propositivo, como fundamento de las teorías antimarxistas, antileninistas y antimaoístas del Poder y por tanto del Estado reaccionario y el del proletario, del partido político y del actuar político, de la lucha de clases, de las relaciones de fuerza, del paradigma y de la estrategia de la revolución, de la relación con las masas, de la militancia.
Se trata esencialmente de ese conjunto de concepciones que parten del presupuesto que existan solo intereses y representaciones de parte y que por tanto sea imposible o mistificadora y totalitaria la referencia a la verdad, a la objetividad y a la universalidad.
No existiría por tanto una efectiva línea de progreso histórico de la humanidad. No se tendrían intereses de parte que al mismo tiempo están dotados de valor y significado universal y portadores de posibilidad de emancipación de la humanidad hacia una sociedad sin clases. No existiría por tanto ni siquiera la posibilidad de una efectiva visión científica económica, política y filosófica. De lo cual la continua campaña reaccionaria contra la metafísica y el dogmatismo que, lejos de tratar de golpear un efectivo mecanicismo, se proponen desestructurar las bases ideológicas de la constitución, en sus fases iniciales, del partido político del proletariado como gran obra subjetiva.
De la teoría según la cual existirían solo intereses diversos en conflicto y por tanto solo partes en campo marcadas por una diferencia irreductible más o menos antagonista, proviene obviamente la concepción de la hermenéutica como método de la interpretación entendida en los términos de la propuesta de una lógica y de una aproximación “antimetafísica”, ya sea desde el punto de vista de los procedimientos relativos a la construcción de la hegemonía, o ya sea desde el punto de vista de las estrategias para la destrucción de la influencia de la “metafísica”.
En particular, esta última se realizaría útilmente a través de una reconducción desmistificada de las posiciones de la Metafísica a sus presuntos efectivos intereses de parte. En este sentido, la hermenéutica se presenta como guía para un nuevo proyecto de “emancipación” no marcado por la Metafísica y, junto, como desestructuración de sus premisas filosóficas, lógicas, gnoseológicas y metodológicas. En este último caso también como una especie de necesaria “vacunación preventiva”.
En otros términos se trata de la nueva proposición en el terreno filosófico de una “revolución pasiva” [1] que, notoriamente, puede ser declinada tanto en sentido post-fascista y post-nazista como en términos revisionistas, oportunistas y movimientistas. De lo cual la pretensión volteada a la construcción de un discurso y de una forma de actividad organizada y de praxis política correspondiente, que se sustraiga a los métodos y a las aproximaciones de la refutación de la “metafísica”.
Tenemos así, en el terreno de la “revolución pasiva”, la teoría y la praxis con miras a la asimilación de la antítesis revolucionaria (Gramsci) como estrategia para la afirmación de la tesis reaccionaria (Gramsci). Por tanto no solo el fascismo, que siempre pretendió caracterizarse en sentido antisistema contra el comunismo, sino también “contra el capitalismo”; contra las pretensiones económico-sindicales del proletariado, sino también contra “el egoísmo” del “empresario”.
Tenemos sin embargo también el revisionismo moderno togliattiano que, para combatir el materialismo histórico y el dialéctico, recurrió a la ondulación de la bandera roja para realizar su hundimiento; o para el obrerismo teórico y el negriano que del reclamo a Marx hizo el corazón de la propia operación de deformación del marxismo. Se podría continuar variadamente con los grupos de los años Setenta[2] para pasar entonces al hoy con el post-fascismo de la nueva derecha, el fascismo-populismo, el rojo-marrón, el socialismo-nacional y el “populismo de izquierda”.
Sobre el terreno filosófico esto tiene significado de ir a la recuperación y a la promoción de la línea Nietzsche-Heidegger integrada variadamente por los aportes “Anti-metafísicos”, lógico-empíricos y pragmáticos del neopositivismo. La batalla contra el “dogmatismo metafísico totalizante y totalitario” se desarrolló mirando esencialmente a la “desvalorización/relativización de la teoría-científica del marxismo y de la filosofía del materialismo dialéctico. Todo esto acompañado y nutrido con la afirmación del primado sofístico de la praxis inmediata, subjetiva contra la praxis general de valor y carácter histórico objetivo; con la nueva proposición de la vieja teología del primado de la ética sobre la política; con la legitimación de la pretensión de verdad del pensar y del sentir inmediato contra la fundación racional teórico-filosófica y contra la demostración lógico-dialéctica.
A la izquierda, en los varios partiditos y grupos, en el sindicalismo alternativo y en los movimientos de oposición, el post-modernismo se propuso consecuentemente como decisiva filosofía de referencia “democrática” y “consejerista” del actuar político, de la construcción de la organización de partido, de la perspectiva de la transformación política y social global. Y es aquí que, sobre el terreno de la praxis política, se desarrolla la polémica democraticista y consejerista contra la filosofía constituyente del “centralismo democrático”.
Polémica que pone al desnudo su verdadera naturaleza, esa relativa a la deseada coexistencia y combinación entre un asambleísmo-populista y un centralismo, de hecho organizado y hecho valer detrás de la escena, de tipo organicista-burocrático típico de todas las formas de revisionismo, de sindicalismo economicista, de movimientismo y de anarquismo.
La consecuencia es la permanente nueva proposición y concretización de la teoría de la centralidad del “experto”. Cosa que significa división y separación enajenada y enajenante entre base y vértice. Reproducción de una base marcada por relaciones de dependencia. Una base que no está nunca formada en una óptica por lo cual es la misma base que debe formarse para estar en grado de volverse dirigente.
Sin la filosofía y el espíritu del centralismo democrático como referencia portadora para la construcción de una organización colectiva y de hegemonía, la base se caracteriza inevitablemente como masa de maniobra gratificada por lógicas de socialización y identificación colectiva, que busca traer de la actividad política un provecho en el plano psicológico y sobre el existencial pero que, como tal, está también entretejida de resistencias, fundamentalmente hostil al crecimiento, a la transformación y a la formación, al principio del primado de la política revolucionaria en la propia vida y en la esfera de las propias relaciones privadas y personales. En resumen la consecuencia es un modo de funcionar y de sentir colectivo que está contrapuesto a la organización fundada sobre los cuadros.
La cuestión de la liberación de las mujeres desarrollada por el proletariado, de las luchas estudiantiles, de los sectores pequeño-intelectuales y de los otros sectores de las masas populares encuentra aquí motivos para una particular actualidad y una específica urgencia. En las organizaciones políticas revisionistas y movimientistas, o sea juntas asambleístas y burocrático-orgánicas, las mujeres son las que mayormente sufren los efectos de una situación de negación, de hecho, de la filosofía constituyente del centralismo-democrático. Son las mujeres las que encuentran las mayores dificultades y los mayores obstáculos sobre la vía de la adquisición de una formación intelectual militante y de una posibilidad y capacidad de dirección política compleja. Las mujeres medianamente permanecen doblemente atascadas como “base” y como “masa de maniobra” del oportunismo. Toda su existencia las lleva a presentarse ya desaventajadas en el terreno de la praxis política. Solo un tipo de organización política con miras a promover los proletarios avanzados y las masas populares como intelectuales militantes en grado de operar por la asunción de roles dirigentes en el partido, en el frente y en sus otras organizaciones puede quitar a las mujeres sus roles marginales y enajenados, puede realmente contrastar su tendencia media a confiarse a los compañeros masculinos y a delegar a ellos las propias decisiones. En las organizaciones burocrático-asambleístas que funcionan bombeando a los militantes con la ética “revolucionaria”, el propagandismo ideologista y los rituales socializadores e identitarios, las mujeres deben combatir una doble batalla para escaparse no solo de las relaciones de dependencia que las rodean, sino también a la multiplicidad de provechos de la cual pueden gozar en tales estados de dependencia, entre los cuales en primer lugar los de la tranquilidad psicológica y de la pasividad.
Es necesario hoy un movimiento filosófico-cultural revolucionario capaz de ponerse como alternativa a las nostalgias de los años Sesenta y Setenta, o sea al tipo de “formación intelectual” de las capas políticas y de los grupos y de las tendencias de esos años que, aunque en formas diversas, se replanteó y se reprodujo hasta nuestros días. Por tanto un movimiento filosófico-cultural capaz de proponer una recuperación y actualización de la línea Marx-Hegel contra todas las interpretaciones del materialismo histórico que se contraponen al materialismo dialéctico, conjugandose quizás con una visión de tipo cientificista y neo-positivista (donde el ataque está doblemente dirigido a la lógica dialéctica y al materialismo). Este tipo de interpretaciones revisionistas del materialismo histórico, que están siempre dirigidas a la lucha contra la “Metafísica” y el dogmatismo, intencionalmente o no, son hoy inevitablemente conspiradas con la filosofía burguesa hegemónica que en gran parte, precisamente, es de derivación e impronta post-moderna (línea Nietzsche-Heidegger).
Un movimiento cultural-revolucionario de este tipo no puede no centrarse sobre la lucha contra el trasfondo filosófico de la revolución pasiva en curso. En este sentido es parte integrante de la “guerra de posición del proletariado” contra la “guerra de posición reaccionaria” de la burguesía. Gramsci postula de hecho la identidad entre revolución pasiva y guerra de posición pretendida ya sea como “guerra de posición reaccionaria”, que como estructura general de una situación caracterizada por la ofensiva de la reacción en las relaciones con el proletariado y de las masas populares contra la revolución proletaria mundial. De eso deriva que a lucha contra la filosofía hegemónica, en particular contra la línea Nietzsche-Heidegger, y por la recuperación y la afirmación del materialismo-histórico y del materialismo dialéctico es un nivel decisivo de la “guerra de posición del proletariado” por la conquista y la formación de los cuadros militantes que deben construir un diverso partido comunista. Sin dar la justa importancia a tal lucha no se puede hoy contribuir orgánicamente a la construcción de un nuevo partido. Para tal objetivo es de hecho también necesario contrastar y quebrar la actual capa representada por el blindaje ideológico-filosófico del territorio político-social, en particular por obra de la falsa izquierda.
Colectivo de Redacción de Lucha Cultural Proletaria
[1] “La categoría de revolución pasiva o revolución restauración es una estructura conjuntamente historiográfica, política y filosófica” (Antonio Gramsci. Un comunista, uno de nosotros” p.43, 2007, Actos del Convenio Gramsci Pisa-Viareggio-Trento)
[2] Véase la habitual estrategia del troskijsmo que, a través del entrismo en el comunismo marxista-leninista o marxista-leninista-maoísta (ejemplificada en nuestro país por el grupo de Servir al Pueblo-PC(M-L)I al final de los años Sesenta), mira a desestructurar todo a través de una progresiva hibridación ecléctica. O considérese el uso de la promoción de las políticas unitarias con las posiciones revolucionarias para llegar a contratar lugares de poder en las alineaciones políticas revisionistas o, aún, la clásica politiquería de los grupos oportunistas de los años Setenta como PdUP-AO/DP-LC, donde el reclamo a la perspectiva de la revolución se volvía en un propagandismo rimbombante de ultraizquierda al servicio de un mezquino reformismo reaccionario.
[3] Por ej. la tesi de que el partido deba necesariamente tener el apoyo del mayor número posible de vanguardias de lucha de los movimientos sindicales y reivindicativos y, análogamente, la tesis según la cual el grado de consenso directo obtenido entre las “masas” se vuelve el criterio de referencia para la selección y la composición de los grupos dirigentes de las organizaciones.